Comentario del editor Editora El Comercio S.A:
«No es que las dictaduras duren más a mayores libertades suprimidas. Es al revés: el oscurantismo acaba por devorarlas»
Por Juan Paredes Castro
Las dictaduras tienen dos maneras de terminar: en el trance de la expiración súbita o en la prolongada descomposición absoluta.
Esta es la disyuntiva que sus propios actos y propósitos le reservan al gobernante venezolano Hugo Chávez.
Al negarle la licencia de frecuencia a Radio Caracas Televisión (RCTV) no solo ha puesto el filo de la daga sobre el vientre del régimen y sobre el suyo, en lo que es la preparación de un harakiri tropical espantoso, sino que podría ser también el comienzo en Venezuela de una larga descomposición política, social, económica y moral que precisamente no podría convivir con un régimen de libertades y democracia.
Chávez ha avanzado precisamente hacia ese horroroso punto negro de encuentro entre el monólogo gubernamental (no hay otra voz que no sea la de él) y lo que se deriva de este: la total ausencia de control y fiscalización horizontal y vertical del Gobierno, tras la cual se abrirán de par en par las puertas de una estructura de corrupción que más temprano que tarde minará los cimientos del sistema.
Digamos que al sacar del aire a Radio Caracas Televisión (RCTV), Chávez ha cerrado y estrechado el círculo en el que él y su gobierno se van a mover desde ahora con menos aire para respirar, con mayores torpezas en sus actos y decisiones y con una ceguera increíble que no les permite ver ni calcular que ya hace rato están parados al filo del abismo.
Con todo lo necesarias y generosas que puedan ser las batallas desde adentro y desde afuera en defensa de la libertad de prensa en Venezuela, el mayor trabajo a favor lo harán, aunque sea paradójico decirlo y reconocerlo, Chávez y su régimen. No porque en algún momento se les ocurra retractarse. No. Lo harán mediante la extensión y profundización de sus medidas dictatoriales. Un 50% de energías democráticas internas y externas se volcará a la causa de la libertad de prensa en ese país. Otro 50% de energías autocráticas y autoritarias también se volcará al mismo fin, pero como un búmeran, mediante la gruesa acumulación de errores y atentados. Es el típico juego de contraposición en el que los que creen tener toda la apuesta en una sola mano, como Chávez, finalmente la pierden y estrepitosamente.
Por último, de la actuación de la Organización de Estados Americanos (OEA) no esperábamos realmente nada respecto de la triste suerte de las libertades y la democracia en Venezuela. Pero algo sí de su voz. Lamentablemente, esta parece tan muerta como la letra mojada de la Carta Democrática.